Tendones sin límite de agobio
en el vector menos calmo del encierro.
Desespero por desesperar
limas y barrotes
que cautivan al poema a rayas
que la sangre atrapa.
Ganas de gritar ¡no vayas!
al primero que distraído pise
el baldosón del amor.
Atento al golpe del martillo
liberar del apretujo
del más antiguo rodillo
al grillo embelesado por el lujo
y soplar el desafino.
Todo camino es golgotiano
y cabe en el cuenco de la mano
o en el beso residual que no se cobra,
Una rosa sobra
como sobra la bala
saliente y amarilla en medio de la cala.
El cementerio cruje
si los muertos nuestros roncan.
Mentira el silencio,
Después de la bomba
hay lava en el llanto y pis en la alfombra
y la ruina, nada.
Huyen las alondras de la piel quemada
rumbo a la puesta del sol
cuando el sol sombrea el mapa.
Vaya encontrados dones
las flores y los aviones,
los niños, los cartabones,
las piedras y las mezquitas,
los vales, los uniformes
y los cráteres de ojos enormes,
las pitones y las pitas
en las colinas marrones.
La belleza se revuelca en la utopía
de mecer las insalvables cunas.
¡cuántas estrellas, cuántas lunas, cuántos desiertos!
Pocos vivos, muchos muertos.
Y en un pedestal salvaje
el ultraje
a los humanos vientos.
Frente al espejo impoluto del delirio
Dios, Alá, Jehová o como quiera que se nombre
afeitas lo que sobra de sus barbas
para aumentar la carga
del hombre.
El amor, bajo la ducha
piensa que cabiendo en cada lucha
hay sombras verticales que no crecen.
Conviven razón y sinrazón
en el más cruel de los concubinatos.
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